La primera denominación de origen de la que os hablaremos en esta serie sobre el jamón ibérico será la de la dehesa de Extremadura, un ecosistema natural de encinas y alcornoques en el que hoy conviven más de un millar de explotaciones ganaderas entre las que se incluyen las del cerdo ibérico, junto a otros animales salvajes.
La DO nace, como tal, en 1990, y se limita a un total de 77 industrias de curación de jamones de las comarcas extremeñas de Sierras del Suroeste de Badajoz, Ibor-Villuercas, Cáceres-Gredos Sur, Sierra de Montánchez y Sierra de San Pedro.
Esta es una DO de tradición y ya los romanos fueron expertos ganaderos de la dehesa extremeña. Los jamones de la dehesa extremeña presentan una textura poco fibrosa y su grasa es de aspecto brillante, fluida y blanda al tacto.
En la actualidad, la DO clasifica las piezas en dos calidades, en función de la alimentación del animal. Así, existe el jamón ibérico de bellota, que es aquel que en su última fase de cría se ha alimentado de bellota y hierbas de la dehesa, y el jamón ibérico de recebo, que es aquel que ha sido engordado con pastos naturales y piensos, fundamentalmente cereales y leguminosas.